Economics

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Teaching

It's more important to teach how to think than what to think.

Cooperació internacional

Des de la solidaritat, l'estima i el respecte entre els pobles i les persones.

Technology teaches

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Londres no és Itaca

Però ha d'estar en el camí.

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dimecres, 17 d’abril del 2013

Manual de guerrilla para sobrevivir a los modales ingleses

Son muy corteses. Extremadamente corteses. Para cualquier forastero sensato pueden parecer demasiado corteses. Atendí al público en el centro de Londres y aún hoy tengo que hablar por teléfono a diario con cockneys descontentos y, aunque la clientela es variopinta, he aprendido que cuando me enfrento a un verdadero gentleman (o lady) inglés tengo que pasar a Modo Cortesía Masiva. No es extraño verte inmerso en un bucle de thankyous y sonrisas del que tienes vagas nociones de cómo ha empezado y del que definitivamente no tienes ni idea de cómo salir. En una transacción sencilla de menos de 30 segundos puedes fácilmente contar ocho o diez thankyous... por cada parte. Para una persona normal, con una educación continental media, puede ser desorientador y es difícil seguir el ritmo sin sentir que se está incurriendo en algún tipo de pantomima. No es el caso, os lo prometo, son así. Y, de hecho, no corresponder al tornado de pleases, thankyous y welcomes puede ser considerado muy rude. Así que he pensado que os pueden interesar unos consejos, y un análisis más detallado del fenómeno. Primero, dos consejos básicos: acabe como acabe la frase que hayas dicho, siempre puedes (y debes) añadir un thankyou al final. Incluso aunque la frase acabase con un agradecimiento, puedes decir thank you, thank you, no pasa nada. Está bien. Las preguntas, si son indirectas, mejor. Nada de preguntar a quemarropa, así a lo bruto. Mejor empiezas la frase por "I was wondering if..." o algún otro subterfugio que te permita preguntar sin signo de interrogación. Como sin molestar.


Pero no te dejes engañar: son corteses, pero son humanos, así que han desarrollado estrategias, matices imperceptibles en la entonación, gestos sutiles, que les permiten ser extremadamente bordes cuando el cuerpo se lo pide, eso sí, manteniendo la compostura y flema británicas. He descubierto que el inglés es el único idioma del mundo (hasta donde llega mi, por otro lado escaso, bagaje lingüístico-cultural) donde "Thank You" puede querer decir "eres tonto" y "I am sorry" puede perfectamente significar "que te follen, zorra". Sería algo así: "I have told you the black one. Thank You." Profundicemos en el detalle, porque el texto llano y escrito no refleja fielmente todo el proceso: Se debe hacer enfatizando y ralentizando la entonación en "the black", para que se note que el otro es medio lelo y no había entendido a la primera, y escupiendo el thank-you lentamente y desde el paladar, levantando ligera -pero perceptiblemente- el labio superior y  pegando dos pequeños y firmes cabezazos afirmativos al final de la frase, uno por sílaba. El labio superior se deja arriba el tiempo que consideremos necesario, hasta que el lenguaje no verbal del interlocutor nos diga que definitivamente ha entendido el insulto. El susodicho nos puede contestar entonces: "I know, madam/sir, though I have no black ones left, I am sorry." En este caso conviene acentuar también el I am sorry y ladear ligeramente la cabeza, alejando la barbilla, hasta mirar al contrincante -verbal- desde un solo ojo, e incluso arquear las cejas y apretar los labios mientras se levanta una -y solo una- de las comisuras de los labios (yo recomiendo la más alejada). Si se siente uno inspirado puede incluso finalizar el escorzo encogiéndose de hombros. La conversación, pues, se podría traducir por: "que te he dicho que el negro, mongol". "No quedan, te jodes.".


Lo importante es mantener la compostura. Un please o un thank you al final de cada frase, o los dos a la vez. Mejor los dos a la vez. No inmutarse por insultante que parezca la interacción. Si te cargan mucho conviene recordar que la inglesa ha sido, de lejos, la metrópolis más cruel de la historia universal, desde la guerra del opio en China hasta los nativos americanos, pasando por media África y el inmenso subcontinente Indio, por no hablar de irlandeses, escoceses, galeses, cien años contra Francia, la batalla de Trafalgar, Margaret Thatcher y el sistema financiero mundial. Así que contrólate, sonríe y da las gracias. Por si acaso.

dijous, 5 de juliol del 2012

A Waiter's Friend

Vaya por delante que tanto Rosa como yo tenemos ya trabajo en Londres, lo que explica que haya tardado tanto en gestar y parir este post. Lo digo por si alguien se pensaba que estábamos mendigando en las calles y, lo que es peor, sin conexión a internet. Nada de eso. Es solo que tengo agujetas en las pestañas y no se me hablan las neuronas.


Rosa ha encontrado trabajo en la empresa Costa Café, una floreciente e industriosa corporación dedicada, bueno, a vender cafés. Pero no os penséis que son cafés cualquiera, no, hay tropecientos tipos de café, fríos, calientes y con madalenas. Tienen incluso su tarjeta de fidelización de clientes y canales de venta por internet, en conclusión: un emporio del otro oro negro. Al parecer la rotación de trabajadores da una media de unas pocas semanas de antigüedad, así que ella está en el camino de liderar el barco en breve, o algo así. La verdad es que para más detalles tendría que ser ella la que os cuente, porque a mí me sabe mal hacer bromas por otros y si lo que queréis es simple, burda y aburrida información sesgada comprad el periódico, chatos.



Yo por mi parte voy a hacer chufla ampliamente de mis primeros escalones en la carrera laboral londinense, porque, total, tampoco es cuestión de amargar la vida al eventual lector y porque la verdad es que me he reído bastante últimamente. Lo primero, esos que dicen que llegas a Londres y pillas curro, mienten como bellacos. Los que dicen que es difícil encontrar trabajo en Londres mienten como bellacos. In medio stat virtus que dijo algún romano timorato y copión -Porque, en realidad, se cree que lo dijo Aristóteles, pero si os escribo μέσον τε καὶ ἄριστον igual os pensáis que os he infectado el explorador y no es el caso. De momento.

Recomanació del Major als ciclistes. A València seria Pay Back. 
Res a vore amb el post però m'ha fet gràcia l'anunci
La realidad de nuestra experiencia, tres semanas tardó Rosa y yo, que soy más vagancio por naturaleza, cuatro, es que si cumples tres sencillas condiciones encuentras trabajo aunque, definitivamente, no en un día, a saber: 1) Habla algo de inglés antes de venir. Si no hablas nada o hablas lo que tras los Pirineos se llama inglés nivel medio quizá encuentres algo de dish-washer o de kitchen porter o, en general, de cleaning. Pero te costará porque necesitas explicarte, al menos, al nivel de que entiendan qué es lo que coño quieres ahí plantado en la puerta del restaurante con esa sonrisa esperanzada y bobalicona. 2) Acepta cualquier trabajo. Menos de puta, si no te va especialmente la marcha -de todos modos es un sector que no he conocido, ni en el sentido bíblico ni en el prosaico, así que no os puedo orientar- pero trinca lo que te ofrezcan porque un puesto "de lo tuyo" puede tardar meses, años o eones, según el perfil. Son muy suyos los brits. Y en todo caso, seamos realistas, ¿te has fijado alguna vez en qué trabajan los inmigrantes en tu país? Ajá, lo vas pillando. y 3) Mueve el culo y echa CVs con garbo. Claro, desde tu casa como que no -si bien es cierto que tanto Rosa como yo lo hemos conseguido contestando a ofertas en Gumtree- pero las posibilidades son directamente proporcionales a las ampollas que acumules en las plantas de los pies, y a lo que se vayan borrando por desgaste las letricas del teclado de tu ordenador.


Yo conseguí el trabajo en una agencia que provee de camareros por horas a hoteles de cuatro y cinco estrellas, generalmente para convenciones, cenorrios y cosas de esas, donde hay que servir a, digamos, setecientos comensales en diferentes puntos de embriaguez (algunos peligrosamente cerca de los puntos suspensivos), y por lo tanto el personal permanente no da de sí en tiempo y forma. Lo primero fue responder a la oferta con un CV semi-tróspido, porque el tróspido XXL me daba un poco de apuro, y recibir un sms (un text dicen los ingleses, que también lo usan como verbo: I text you!) convocándome a selección. Allí, con un gruñido, me indicaron que les rellenara una application form en la sala contigua. La susodicha solicitud era, en realidad, un examen de camarerosidad, si me permitís el neologismo, y tenía preguntas que habrían hecho las delicias de nuestro amigo Dani, camarero vocacional donde los haya -si es que los hay en algún sitio. Eran del tipo: ¿cómo se abre una botella de champán? "En una boda rusa sobre el cráneo del novio o entre las nalgas de la novia indistintamente"; ¿Cómo colocarías estos cubiertos -cuttlery- en la mesa? "¿mande? De dentro pa' fuera, oiga!"; qué es el waiter's friend? "Creo que me queda el comodín del público"; ¿Cómo se hace un Bloody-Mary? "Esta me la sé, que la miré ayer en internet"; ¿Cómo se hace un Gin-Tonic? "Vamos, no me jodas, un gin-tonic, chato, su propio nombre lo indica, ¿qué clase de pregunta es esta?"; ¿Por qué es importante hablar con la gente en los catérings y recepciones? "Porque si no, cómo voy a saber a quién darle mi curriculum" y, en fin, creo que ya os haréis una idea del examen.  


Desde entonces fui agraciado con un puesto en la lista de camareros texteables, y, por lo que se ve, tienen marcha, porque en estas dos semanas he trabajado bastantes jornadas -shifts- (yo os voy enseñando inglés práctico para pringados, just in case que algun@ no se tenga que venir detrás nuestro. Eso que lleva adelantado), entre el Waldorf-Astoria, el Sheraton y el Hilton Metropol. El trabajo está en general bien y en particular es una mierda. Tampoco es eso, solo que te cagas en la Commonwealth cuando te toca polishing durante 5 horas seguidas (una versión moderna de la gota malaya, que en el caso que nos ocupa consiste en  borrar a mano todas las marcas que dejan los lavaplatos industriales en la cubertería, los platos, los vasos o todos los anteriores del tirón). Es justo decir que ya tenía (una vasta) experiencia en el trabajo de camarero en sí y que, por lo que respecta a atender a los clientes, el quehacer nunca me ha desagradado y mi inglés es lo bastante bueno para desenvolverme con soltura y además mejora él solo inopinadamente. Por otro lado el nivel de razonamiento de algunos de los compañeros tiende a cero con alegre facilidad, lo cual me permite hacerlo  outstanding (notable, de cojones) a la vez que me provoca un instinto asesino más que justificado cuando paso con 15 platos y seis tazas, un número indeterminado de cubiertos, tres -putas- veces seguidas y veo al mismo patán con los mismos dos platos mirando bovinamente justo al lado contrario a donde está el mogollón, sentimiento que se incrementa exponencialmente si, sin querer, recuerdo que cobra exactamente lo mismo que yo o más, porque lo que es yo, cobro el salario mínimo. Otros compañeros de fatigas demuestran un dominio del oficio envidiable, todo hay que decirlo, y me darían sopas con ondas a mí y a cualquiera, salvo, quizás, al mentado Dani. Phillip, un inglés que ha trabajado siete años en la hostelería mallorquina y Jorge, un sevillano saleroso son ejemplos de estos últimos.



No os doy más la paliza por hoy. Tengo más cosas y quizá, si encuentro un rato, os cuelgue un nuevo capítulo pronto. Por cierto, por si alguien se lo pregunta el waiter's friend de marras es el sacacorchos ese que llevan los camareros de las bodas, que lo miré al volver a casa, ya sabéis, costumbres de estudiante :) Cada camarero debe aportar el suyo propio, yo me he comprado uno super-molón. Luego las botellas tienen tapón de rosca en todas partes. Of course.



dimarts, 12 de juny del 2012

Okupa Portobello

Perdonad que tarde tanto en postear, es que entre patear la calle por las mañanas y rellenar application forms por las tardes me planto en las 10 de la noche sin respirar. Sé que estáis ansiosos por enteraros de nuestras desventuras, un poco de paciencia, caramba.

El flujo de información respecto al mercado laboral Brit es confuso. Tenemos las estadísticas oficiales, que nos hablan de una bajada del paro del 0,2% con un aumento equivalente del empleo, lo que se traduce en 45.000 pringados menos en la cola. Buena noticia. Por otro lado a nuestro nuevo compañero de piso lituano, que trabajaba en una empresa de demolición, lo echaron taimada y alevosamente el lunes inmediatamente posterior a que le cayéramos nosotros encima. Mala noticia. La proximidad de los juegos olímpicos parece que debería tener animado el mercado, por lo menos en el sector de la hostelería, buena noticia. Pero multitud de griegos, portugueses, italianos y españoles vienen huyendo de la crisis económica y la corrupción política cada día. Mala noticia.

Entre tanto nosotros a lo nuestro. Como tampoco es cuestión de aburriros mortalmente con nuestros fútiles peregrinajes entre agencias, baretos y páginas web he pensado que os voy a contar una de las dos únicas  veces que hemos salido a cenar, desafortunadamente con emigrados del terreno, más o menos. Fue en un restaurante que está en Portobello y que se llama Galicia. Sí, había pulpo en el menú de tapas. Bravo. Portobello es un barrio muy bonito, donde está, según dicen ellos, el mercado de antigüedades más grande del mundo. La visita nos vino bien porque hicimos un contacto potencialmente interesante con un chico asturiano muy majo que trabaja de catador de café. Mola, ¿eh?. Es interesante el contacto porque su empresa se dedica al café de comercio justo, y también desarrolla proyectos en los países productores. Nos prometió pasarle nuestros currícula (toma palabra pedante, cómo disfruto) a la chica de recursos humanos. Pero lo que os quería contar de la cena no es eso, sino las barbaridades que hay que oír, a veces, en las sobremesas.


Había una chica checa, un hispano-brasileño, un burgalés y otra serie de extranjeros de países similarmente ajenos y exóticos. No voy a dar nombres en general porque es feo. Y en particular porque no me acuerdo. La cosa es que había una sección de la mesa que se definía enemiga de los impuestos y del Estado y otra, en la que Rosa y yo nos incluimos, claro, fan del Estado del Bienestar. El hispano-brasileño se definía libertario de derechas (raca), o sea de esos zumbados yanquis que esperan al cobrador de impuestos del barrio agazapados tras la puerta con la escopeta cargada de postas de sal. Ya conocía la tribu esta de los chiflados libertarios americanos gracias a Peter Bagge (No confundir con los genuinos anarquistas libertarios a la europea, los de  la CNT, Durruti, Bakunin, Kropotkin y Noam Chomsky que son los que molan, eh, los del movimiento okupa, Azagra, LaPollaRecords y eso. Estos son otros). Y, mientras tanto, agazapado en su trinchera de chorizos y bravas había otro energúmeno que opinaba que los paraísos fiscales son im-pres-cin-di-bles, con el peregrino argumento de que si no un carguero de petróleo que vendiera tres veces su cargamento en aguas internacionales por qué iba a pagar impuestos, y sobre todo, a quién (SIC). Lo más gracioso de todo es que uno de los defensores de los impuestos, o sea de los que estaban a favor del Estado y de pagar para tener sanidad y educación públicas, universales y gratuitas como yo, uno de los míos, de los buenos, vaya, me comentó después que él pagaba más en impuestos al mes que el salario completo de los otros dos iluminados, seguramente juntos. Y encima, al día siguiente, voy y me entero que uno de los dos lumbreras se había ido a España a operarse porque la sanidad británica era una mierda y no se fiaba. No me jodas, tú no eres libertario tú eres un jeta y un impresentable, cara de cemento tienen algunos, y falta de vara.


Sugerente logo de una de las empresas de colocación. Esta nos trató bastante bien
En cuanto a la búsqueda de empleo esta semana vamos cerrando el cerco: hemos estado en el JobCenter, también con resultados cuestionables, una lista de agencias de colocación del barrio y una sonrisa poco efectiva. Las agencias de colocación en cuestión, BrookStreet, Prime Time Recruiment, Team Support, Reed Specialist y Manpower UK no parece que nos vayan a resultar de mucha utilidad, aunque quizás esta impresión subjetiva se deba a la desconfianza arrastrada desde nuestra tierra y a diferencias culturales. O es que no damos el perfil. Bueno, en algunas es seguro que no lo dábamos (Una exigía para TODOS los trabajos llevar dos años trabajados en UK, nos ha hecho poner nuestros nombres y teléfonos en una libreta mostosa, sin dejar de escribir en su ordenador, ni mirarnos el careto, ni cogernos el CV) pero otras han sido más amables y nos han hecho breves entrevistas o, por lo menos, nos han preguntado qué trabajo buscábamos y qué experiencia y calificaciones teníamos. La que más se lo ha currado ha sido una señora rubia del gobierno local de Towerhamlets, un barrio de Londres. Ha sido muy amable y aunque seguir su inglés londinense ha sido una tortura, por lo menos se ha esforzado en entendernos y ha prometido intentar algo. Para Rosa que tiene National Insurance Number, porque yo, que aún no lo tengo (no me hace falta para encontrar trabajo, solo a partir de que me contraten) no me he podido inscribir. Ahora me queda la duda de si es eficiente ir al JobCenter e intentar conseguir el dichoso número o es más eficiente dedicar la mañana a entrar y salir de bares con cara de altamente explotable. Quizás la próxima vez os cuente lo de mi curriculum tróspido, pero esta vez no prometo nada, que luego me da pereza hablaros de eso y me siento obligado. Bona nit, gentola, aferraos a vuestros empleos como garrapata a lomo de avestruz.

divendres, 1 de juny del 2012

Mind the Gap

El resum no està disponible. Fes clic en aquest enllaç per veure la publicació.

dimarts, 29 de maig del 2012

Up to you

Caja pequeña de chicles Nicorette: 9,90€. Billete en RyanAir el día de la final de Copa: 22€. Abono semanal de Oyster zonas 1, 2 y 3: 34,95£. Levantarse cada día a las siete de un salto y llegar por la noche derrengado: ¡eso sí que no tiene precio! Vale, está manido el fake del anuncio de las tarjetas y ya es un poco cansino, pero la verdad es que no se paga con dinero (¡que sí, ama, se paga con dinero, lo sabemos!) el placer de que sea posible encontrar curro. No digo que lo vayamos a encontrar con facilidad (un sacrilegio execrable, merecedor del infierno ateo inmediato), ni siquiera puedo decir que lo vayamos a encontrar en absoluto, pero por lo menos puedo decir que lo podemos buscar donde lo hay. Ya es más que lo que hemos podido decir el último año y medio. Así que patas a la obra.


El capo de RyanAir haciendo gala de humor (¿?) inglés


Nuestras mochilas, vistas por RyanAir
RyanAir es otro mundo. Primero, en tierra, se empeñaron en que nuestras bolsas de mano, una sencilla mochila de portátil con una hermosa bandera del FSLN mal cosida encima y una ajada mochila de monte de 30 litros, no cabían en las especificaciones del billete. 50€ por barba para que cupieran o la opción que preferimos, aprovechando un despiste de la azafata-sargento-de-hierro que abroncaba a otro infeliz y no nos miraba: un poco de pierna y mucha voluntad hacen la mochila estrecha y/o el agujero del parabán ancho. Después, en vuelo unas azafatas que parecen estar haciéndote un favor por dejarte poner el culo en su cochambrosa teletienda voladora con los asientos sin numerar -nos tocó a tres filas de distancia uno del otro, por lentos- y una paliza de promoción tras promoción de las cosas más insospechadas. ¿Por qué venden boletos de una rifa? ¿Estamos todos locos? ¿Alguien compra esa mierda? Pero en fin, el avión antes o después aterriza. Menos mal que solo hacen viajes cortos, no quiero ni pensar lo que podría pasar si tuvieras que cruzar el océano, prohibido fumar todo el viaje, con los palizas estos vendiéndote colonias, boletos para una rifa y cervezas calentuchas a 4,50€.

Los italianos que te llevan barato de Stansted a Londres
En la frontera inglesa (un momento... ¿por qué tenemos que pasar por la frontera y dar explicaciones? ¿qué pasa con Schengen? ¡malditos guiris! Ah, no, GodSavetheQueen, sorry, que en realidad los jodidos no están en Schengen, primo) un simpático funcionario gordito y negro con un acento enrevesado nos desea suerte en nuestra búsqueda de empleo entre risas, no sé si por la catastrófica situación laboral de España, porque nos ha visto timoratos y apardillados o porque somos los emigrantes número un millón. La cosa es que estamos en Londres. O no. De momento estamos en Stansted y como el tren cuesta 22 pounds y el autobús, en la compañía más barata solo 9, pues al autobús. Un chico de acento italiano, piercings italianos y perillita italiana, con un inglés peor que el de Chiquito de la Calzada y que sospecho que era italiano, nos acomoda en una cola, luego en otra y nos tiene una hora esperando al bus. Coño, esto ya lo he vivido antes, pero es que ¡estaba en Nicaragua, huevón! Y al fin llegó el autobús, nos apilamos alegremente con otro montón de europeos del sur y nos papamos un atasco de mil pares de cojones (concretamente 40 kilómetros de atasco). Además hacía 26 o 27 grados, el cielo estaba despejado sin una cochina nube y los pasajeros chillaban como energúmenos, así que, la verdad, el cambio cultural lo pasamos sin enterarnos, oiga, capacidad de adaptación que tenemos.

Por fin, después de tener a nuestros respectivos amigos y cicerones Isaac (mío) y Merche (de Rosa) esperando durante más de una hora sobre el horario previsto -para cuando por fin llegamos ellos solitos se habían autopresentado y se estaban echando una cerveza en una terraza- desembarcamos en Liverpool Street y pudimos salir de la lata de bus, usar las rueditas de las maletas y sumarnos a la bienvenida que había empezado cabalmente sin los agasajados, y cuya alegría acabó cuando encontramos un bar de guiris (ostia, no, que los guiris somos nosotros) y estaban, efectivamente, poniendo la final de Copa.

Y en fin, está bien por hoy. En cuanto pueda volver a conectarme os explico cómo salimos huyendo a la carrera de una estación del metro en emergencia general. Y no era un simulacro. Promised.